Ensayo: Veinte mil leguas de viaje submarino

La naturaleza, la innovación tecnológica, el equilibrio del ambiente, el misterio, el estudio, la racionalidad, la ira, la intriga, la sorpresa, la venganza y la calma, entre muchos otros temas y sentimientos diversos nos trae y provoca la novela de Julio Verne, “Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino”, quien con una excelente utilización de la prosa logró producir una gran historia que se confunde entre la fantasía y la realidad.

Esta novela cuenta la historia del profesor Aronnax, un científico francés apasionado por todo lo que tenía que ver con el naturalismo, quien siempre estuvo acompañado por su fiel sirviente, Consejo.

En un tiempo en el que ellos se encontraban de viaje, se escuchaba un rumor: una cosa gigante surcaba por los mares. Muchos decían que era un cetáceo, otros no opinaban lo mismo. Sin embargo, la gran mayoría opinaba que éste verdaderamente existía. Estando en la ciudad de Nueva York como profesor invitado, se le exhortó a opinar sobre este ser. Así, Pedro Aronnax argumentó que se trataba de un animal del que no se tenía registro. Poco tiempo después, se realizó una embarcación decidida a llegar al fondo de este escollo. La nave elegida era el Abraham Lincoln, estando entre los invitados para abordarla el profesor Aronnax, quien luego de reflexionar un poco, se decidió a ir a la aventura junto con su sirviente Consejo.

Duraron en la búsqueda varios días, hasta que por fin, cercas de las aguas de Japón, avistaron al “monstruo” marino. Era grande como se los rumores lo habían descrito y tenía una fosforescencia que no se había imaginado y no era explicable en ese momento.

En ese instante comenzó la persecución del Abraham Lincoln contra aquel objeto luminiscente. Muchas horas pasaron antes de estar en una verdadera posición de ataque, pues el perseguido alcanzaba velocidades impresionantes que obligaban al navío americano a ir a todo vapor. El arpón salió de la proa, impactando en lo que pareció ser un casco de metal. La luz del “monstruo” se apagó y, en un santiamén, el Abraham Lincoln recibió en contra un choque, enviando a varios pasajeros al océano, entre ellos Pedro Aronnax. Este profesor francés trató de nadar buscando ayuda, pero no encontró nada, hasta que sintió una mano que lo asía. Era Consejo, su sirviente, que logró llegar hasta él. Poco después, Ned Land, el arponero del barco, también se reunió con ellos.

Estando así, a la deriva, una nave emergió del fondo del mar y, sin esperarlo, fueron empujados hacia el interior de ella. Ahí, descubrieron que el monstruo marino del que tanto se hablaba, el cetáceo de enormes dimensiones que había destruido embarcaciones, no era más que un submarino. Los tres estuvieron en este móvil durante horas sin que nadie se les acercara, hasta que dos marineros, hablando una lengua desconocida, les llevaron alimentos. Las hipótesis de quiénes eran esos sujetos y por qué los habían raptado del mar les pasaban por la cabeza. No fue sino cuando el capitán del barco apareció que sus dudas se disiparon un poco. Él se presentó como Nemo y, sin dar muchas explicaciones, le dio la bienvenida a Pedro Aronnax y sus acompañantes.

A partir de entonces, comenzó una serie de acontecimientos fabulosos. Entre ellos, cuando se internaron en el río Negro, corriente oceánica que surca las de Asia y pudieron contemplar las aguas a través de los cristales del submarino. También, cuando realizaron una expedición en el fondo del mar donde dieron con algo muy parecido a una selva, además de cuando llegaron al Polo Sur, lugar en el que hallaron muchas dificultades, pues por un gran lapso de tiempo estuvieron atascados y con el oxígeno casi agotado. De igual manera, cuando el capitán guío su navío al continente perdido de la Atlántida, hallándose con innumerables restos arqueológicos y poniéndole fin a lo que se creía un mito por tanto tiempo.

Finalmente, luego de largos meses de exploración y descubrimiento, pero también de confinamiento, pues su estancia había sido casi completamente en la nave submarina sin opción a salir a tierra firme, los tres personajes logran salir luego de que el capitán Nemo se lanza en una guerra contra un barco cuya identidad provocaba en él una gran ira y una sed de venganza como no se le había visto.

Uno de los aspectos más interesantes de la obra es la novedad tecnológica que aparece. El elemento más evidente es el submarino, cuyo desarrollo era apenas muy reciente en la época, y a pesar de ello, se logró realizar una historia dentro de él, siendo éste totalmente funcional y casi indestructible. De la misma manera, todos los objetos y fundamentos que acompañan esta nave son muy innovadores. Por ejemplo, la posibilidad de vivir totalmente bajo el agua sin tener que llegar nunca a tierra y sólo ir a la superficie para abastecerse de aire. También, conseguir los alimentos y el combustible sólo de objetos provenientes del mar.

Claro está que es aquí una parte donde se mezcla la ficción y la realidad. El combinar estos dos elementos proporciona una cierta credibilidad a lo que se dice, sin embargo, no es una creencia total, puesto que se sabe que es algo que, aunque puede pasar, aún no existe o también que nunca ocurrirá. Aun así, son estos sesgos de fantasía los que hacen aún más interesante la trama. Ejemplo de ello es la mención de la Atlántida, sitio cuya existencia se ha cuestionado por muchos siglos, pero que en este libro se afirma, y no sólo eso, sino que se hace una reseña de ella. Con esto, se deja la ventana abierta a creer o refutar lo dicho, todo de acuerdo a cada persona.

En mi caso, llegan a parecer muy reales todos los aspectos fantásticos que el autor francés expone por una razón: la gran combinación con la realidad que se ha mencionado en estos últimos párrafos. Cuando te explican el sitio en que se ubicaba la Atlántida, la distancia al litoral, la profundidad, en fin, una vasta cantidad de datos, te hacen cuestionar si no se podría darle cabida en la realidad a este mítico lugar.

Y es más el impacto, puesto que es muy difícil corroborar y comprobar las aseveraciones que se hacen, es decir, llegar a las profundidades del mar para ver si en realidad se cuenta o no con un paisaje así. Lo mismo sucede cuando se aluden a seres, objetos y emplazamientos como pulpos gigantes, un túnel submarino conectando el mar Rojo con el mar Mediterráneo, la llegada al polo Sur vía acuática, tesoros en las profundidades, perlas de gran tamaño y valor, las expediciones submarinas muy especiales, entre otros.

Otro aspecto a considerar son los personajes que Verne usa para esta novela. Cada uno de ellos con un distinto temperamento, que de alguna forma se unen para convivir en un mismo espacio, y es esta convivencia la que provoca muchas especulaciones e interés en la lectura del libro. Primero, quien narra la obra, el profesor Pedro Aronnax, un científico destacado con una gran afición por el estudio que mostró un temple tranquilo durante su travesía; también, Consejo, su sirviente que exhibió su fidelidad cuanto pudo y disfrutaba de clasificar a las especies que pasaban frente a sus ojos; por otro lado, se encontraba Ned Land, hombre recio e impaciente, quien tuvo grandes batallas internas para soportar su aislamiento en el “Nautilus y, finalmente, el capitán Nemo, cuyo semblante y acciones llenaron de misterio a los otros tres personajes, tales como el haberles salvado de su naufragio en el océano y obligarles a estar recluidos de la sociedad en la nave tal y como él lo hacía.

Este misterio que hace que la aventura no pierda emoción perdura durante toda la obra, tanto así, que se terminan las páginas antes de que todas las dudas se resuelvan. Un final un tanto inesperado porque personalmente consideraba que finalmente el nombre real del capitán, su procedencia, así como el destino del “Nautilus” y su comandante entre otros asuntos serían revelados. De cualquier manera, el libre albedrío nos permite imaginar respuestas a todas estas cuestiones, o si lo preferimos, dejarlas tal y como están, inconclusas.

Sin embargo, la incógnita más importante a mi parecer sí tuvo una resolución: el motivo que llevó al capitán Nemo a escapar de tierra firme. Toda la planeación, la realización de un proyecto de inmensas magnitudes como aquel submarino, el reclutamiento de integrantes y el uso de una lengua inteligible sólo para ellos descansa en una emoción humana: la de la venganza.

Pese que en algunos momentos el autor llevó a imaginar que el capitán era un hombre atraído por la ciencia, cuya vida buscaba satisfacerse de cultura y estudio y que su inteligencia y creencias lo llevaron a sumergirse en el océano para llenar su alma, y que esa enigma tan sólo formaba parte de su personalidad, en realidad, su acicate era una revancha ante quien le había hecho mal.

Considero que se puede encontrar una reflexión tácita en este punto: “Nada es tan bueno como parece”. Y es que cuando parecía de alguna forma señalarnos que seguir el camino de la erudición y la cultura, o dicho de una manera más general, un buen estímulo es el medio para conseguir grandes metas y objetivos, nos “pone los pies en la tierra” al decirnos que los malos alicientes también provocan logros. Un ejemplo claro es la guerra, que a pesar de las horribles impactos que tuvo, indirectamente desencadenó grandes avances en la ciencia.

Sea como sea, existe un mensaje muy positivo, y que a pesar de haber sido escrito hace siglos, es muy aplicable el día de hoy. De hecho, me atrevería a decir que se ajusta mucho mejor a la actualidad que a aquel tiempo. Al mensaje al que me refiero es al del equilibrio del ambiente. Aun y cuando tal vez no se manifiesta explícitamente un concepto tal cual, sí se habla de la importancia de proteger al ambiente.

“Y a creer a Tonssenel, ese azote no es nada comparado con el que afligirá a nuestros descendientes, cuando queden los mares desiertos de ballenas y de focas. Entonces, obstruidos de pulpos, de medusas, de calamares, se convertirán en extensos focos de contaminación, por carecer ya de estos vastos estómagos, a los que Dios ha confiado la misión de espumar la superficie de los mares.”

Y es que desde hace tanto tiempo, con una visión “profética”, la historia de “Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino ha venido advirtiendo sobre los peligros de no cuidar al ambiente. En este caso, se hace un especial énfasis en los animales, criaturas que han sido explotadas por largo tiempo y que en el presente y pasado reciente se han visto las consecuencias.

El autor con una observación al entorno de ese momento nos envió un mensaje a las generaciones tanto de esa época como a las posteriores para cuidar de nuestro mundo.

Esta narración entre los mares invita a realizar buenas acciones como la recién indicada, pero también incita a hundirse en una vasta fuente de sentimientos y emociones. Siendo una historia que inicia y termina con gran expectativa y suspenso, el factor sorpresa siempre está presente. Ejemplo de ello es cuando se buscaba aquella “cosa enorme” cuya fama aumentaba más y más debido a los avistamientos que hubo por parte de algunos navíos que la encontraban en su ruta, nuestros pensamientos se pueden desviar a creer en la existencia de un ser vivo de proporciones colosales como nunca se vio, pero nos asombramos al saber que de lo que en realidad se trata es de un artilugio hecho de metal que es tripulado por otros seres humanos. Este “Nautilus” que navega por las aguas del planeta hace imaginar todo aquello que existe más allá de los litorales, tanto belleza como desaliño, así como dichas y calamidades.

El suspenso continúa en momentos tales como cuando la nave submarina se encuentra inmersa en los hielos del polo antártico y, sin desearlo, se atascan, teniendo la mala fortuna de que los tanques de oxígeno se agotaban, restándoles poco tiempo para salir. De la misma forma, la inquietud y el sobresalto llegan a aparecer cuando las batallas tienen lugar en la historia, sea entre el “Nautilus” y sus contrincantes, sea entre los mismos personajes.

Además, dos sentimientos contrarios, la tristeza y la alegría, están en una constante alternancia, pues cuando parece que lo bondadoso se hace parte del relato, un suceso inesperado cambia esta situación. Muestra es cuando los tripulantes de la nave llegaron a tierra luego de mucho tiempo de no hacerlo y, cuando más disfrutaban de su estancia, los nativos comenzaron a apedrearlos obligándolos a regresar.

Una emoción más se puede sumar, pues algo interesante que se puede sacar de la historia es el poco valor que se le da a las cosas materiales o, mejor dicho, el poco valor que éstas tienen en un ambiente submarino del que no se puede escapar. Los tres navegantes cautivos (Pedro Aronnax, Consejo y Ned Land) encontraron durante todo su camino objetos muy apreciables como perlas de millones de dólares, especímenes muy raros y lingotes de oro producto del naufragio de otras embarcaciones, además de las innumerables experiencias que pudieron vivir pues, ¿a quién no le gustaría comprobar la existencia de la Atlántida o ver de cerca un calamar gigante? Por otra parte, el doctor Aronnax en su papel de científico pudo recolectar información maravillosa durante su estancia en aquella nave, ya que pudo reconocer especies de las más variadas, así como conocer nuevas de ellas con lo que amplió su repertorio de conocimientos. Estos saberes pudieron impulsar el desarrollo del mundo en sectores como la economía, o la ciencia, especialmente en biología.

Sin embargo, cuando se es retraído de la sociedad y se es obligado a no regresar a ella, toda esta sabiduría se pierde y sólo sirve para quien la adquirió. Es estar en “una jaula de oro”, pues se tienen grandes descubrimientos y materiales, pero no pueden ser llevados hacia los demás, aunque así se quiera.

Este deseo de compartir información tan exclusiva tal vez sea algo innato en la raza humana con algún fin en específico, que podría ser el de conservar la especie. Así, si se sabe la cura a alguna enfermedad, lo más seguro es que se busque esparcirla a los demás, siempre que no haya otro interés de por medio.

Una cierta frustración pudo afectar a los personajes quienes estaban forzados a mantenerse en el submarino por órdenes del capitán Nemo. Tenían mucho que dar, pero no podían hacerlo. Fue hasta el día de su liberación que de alguna manera lo pudieron lograr, pese a no ser de la manera que tal vez hubieran querido, porque ellos dejaron el sumergible junto con los escritos y los materiales que reunieron. Lo que sí les quedó para siempre fueron los recuerdos y las experiencias.

Y es así, lo más importante que se puede obtener es este saber del cual nadie puede despojarnos. Todos los aspectos tangibles pueden ser desechados, pero eso que se mantiene en la mente es como nuestro más preciado tesoro en el cual podemos depositar entes como la educación, la cultura, los recuerdos, las experiencias y los sentimientos. Estos últimos siendo bastante importantes, pues en el caso de la novela sobre la que trata este ensayo, estuvieron siempre presentes en cada uno de los personajes.

Está claro que las emociones humanas son parte fundamental del individuo y que, en gran parte, nos movemos gracias a ellas, como dijo Julio Verne: “Mobilis in mobile (móvil dentro de elemento móvil)”. El enojo, la tristeza, la alegría, la frustración, la venganza y la curiosidad, por mencionar algunas, impulsan acciones diversas. Algunas de ellas provocan avances en muchos campos como lo es el científico, pero también causan desastres como el desequilibrio ambiental. Todos estos sentimientos se lograron reproducir en una obra maravillosa como lo es “Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino”, así como las consecuencias que produjeron, en este caso, la creación de un extraordinario submarino que dio lugar a grandes aventuras, pero también a grandes desventuras.